9.3.08

Perrea, perrea





Con Eurovisión me pasa todo lo contrario que con otros fenómenos de este país: seis años aquí y cada vez entiendo menos el atractivo que tiene.

Para los que me leen desde fuera, Eurovisión es básicamente un concurso anual de música retransmitido por TV, donde cada país presenta un candidato y por medio de votaciones en todo Europa se elige al ganador.

Nunca pensé que iba a escribir un post sobre Eurovisión, que no me interesa y que además me parece patético, algo que incluso va en contra de la música, hasta que llegó Rodolfo Chikilicuatre.

Este año, el año en que el público pudo votar para elegir al candidato de España, tenemos candidato freak. La broma que trasciende su esfera de surrealismo y logra ser realidad como hecho oficial.

El Chiki Chiki en realidad es un antisistema. Muchos lo han votado para que se cargue Eurovisión como concepto, para que quite las máscaras de todos los que todavía creen que hay algo que salvar.

Como cuenta Berto, ya lo dijo el mismo presidente de Cantabria en Buenafuente: "Si hay que hacer el ridículo, hagámoslo bien."





El éxito en la viralidad del Chiki Chiki tiene muchos matices fascinantes:

· Chikilicuatre rompe completamente con la banalidad y el uniformismo de todos los candidatos, es radicalmente diferente, choca con el modelo de cantante que esperamos ver ahí. Es algo parecido a lo que pasó hace dos años con los Lordi.

· Chikilicuatre se ríe de esas reglas no escritas, pero no lo hace desde una posición de superioridad, sino desde su mismo nivel. Chikilicuatre nos está diciendo a la cara "Yo no soy lo que todos consideran buena música y sin embargo estoy aquí, y es tan legítimo que esté yo aquí como que estén todos los demás".

· Chikilicuatre es una broma, pero nos representa. Lo hemos elegido, contra el buen gusto musical. Pero ¿acaso lo que veníamos escuchando hasta ahora, esas canciones idénticas y ñoñas, nos representaban? ¿Acaso no eran esas las verdaderas bromas?.

· Chikilicuatre ha cambiado algo. Pero me temo que paradójicamente, como fenómeno típico postmoderno que es, quizás no cambie nada en el fondo y sólo logre reformar y hacer seguir existiendo a aquello que justamente desea destruir.